Más que alegría, lo que proyecta Sigrid (34) en estos momentos es tranquilidad. Dice que la felicidad la lleva por dentro, aunque a veces sus carcajadas hagan retumbar la sala de maquillaje.
Acaba de ponerle punto final a una historia que partió el 28 de mayo de 2007, cuando se incrustó en el frontis de una casa con su camioneta, después de haber consumido alcohol y cocaína. Esa vez terminó con la dentadura fracturada y con un corte en la pera que terminó de reparar hace una semana. El 12 de septiembre, Sigrid recibió una notificación que decía que quedaba limpia de todo antecedente penal luego de haber cumplido con tres condiciones: pagar una indemnización de $ 4 millones para la dueña de la casa contra la que chocó en la calle El Aguilucho, estar un año sin manejar y hacerse dos exámenes de pelo con una diferencia de cuatro meses para corroborar que su cuerpo estaba libre de sustancias tóxicas. Durante la recuperación sintió rabia contra la horda de periodistas que hacían guardia en su casa; arrepentimiento, por creerse superheroína; y felicidad, por los gestos de sus cercanos. Incluso tuvo la posibilidad de vivir con su padre, experiencia por la que nunca había pasado antes. Cuando protagonizó el choque estaba grabando la exitosa teleserie Alguien te Mira y ahora, aunque está en lo mismo con la teleserie nocturna de 2009 (estará basada en la desaparición de la niña Madeleine McCann), dice que está contenta. Mucho más tranquila. Quedó satisfecha con el éxito de El Señor de la Querencia y también con los debates que se generaron en torno a los temas que puso sobre la mesa el melodrama de TVN. "Porque un actor siempre pretende provocar y ese objetivo se consiguió. Molestia, gusto, rabia, eso da igual mientras se provoque algo", afirma. Sigrid se sienta en una silla; primero, con los pies apoyados en el suelo y, luego, cuando va ganando confianza, los sube hasta terminar con las piernas enrolladas en los brazos de la silla. Se ríe harto en algunos momentos y cuando lo hace, se le nota un poco más la cicatriz del mentón. Para cada respuesta se toma su tiempo y al final habla con calma, sin apurarse. Y aunque dice que tiene control para manejar lo que no le agrada, se nota cuando la pregunta no le gusta tanto. No se enoja, pero contesta con menos fuerza y eso se siente.
-Pareciera que los actores lo pasan bien en las teleseries, como cuando se ven en los chascarros. Pero también hay actores que quedan reventados, como Julio Milostich, o Blanca Lewin o Álvaro Rudolphy. ¿Cuál es la realidad?-Es una pega intensa, por el hecho de trabajar con las emociones en horario de oficina (de 8 a 18 horas) y porque las teleseries a estas alturas son dramáticamente exigentes. La gente lleva tanto tiempo viéndolas que sabe mucho del tema y exigen mucho. Sin embargo, creo que la tarea del actor también es acordarse de que este trabajo es una opción de vida, que es lo que uno eligió y es entretenido. La queja constante (de parte del actor) ayuda poco a dejar al personaje en la pega y acordarse de quién es uno cuando llega a la casa. Esto es un arte muy exigente, sobre todo, si lo mezclamos con la radio como en el caso de la Blanca o con el teatro en el caso de Julio. Si quieres combinar la televisión con otra cosa, hay que aprender a hacerlo.
-¿Llegaste a un punto de quiebre con el accidente que tuviste el año pasado? ¿Influyó también esto de tener pega por todos lados?-Decir eso de "la pega por todos lados" o "estoy muy cansado" o "estoy muy ocupado" (ocupa su ironía) sirve finalmente como excusa. Hay muchos actores que trabajan tres veces más que yo y no les pasa nada. Creo que no es una buena razón.
-¿Y cuál fue la razón entonces?-Es algo mucho más personal, mucho más del alma, más que por la cantidad de trabajo. Porque yo no estoy trabajando en algo que no me guste.
-¿Tuvo que ver con soledad, con problemas de pareja, con qué?-(Se toma unos segundos y contesta lentamente) Con frustraciones, inseguridades, temores.
-¿Ese tipo de cosas se terminaron junto con el accidente?-No, me demoré harto más que un chancacazo para solucionarlo. Ahora están solucionadas, pero no fue inmediato. Hay harta pega detrás.
-¿Cómo llegaste al estado de ahora?-Llegue medio obligada en realidad, ja,ja. O sea, me di cuenta de que tenía mucho que perder y me obligué a solucionar ciertas cosas. Mi terapeuta me ha ayudado a hacer un trabajo en serio.
-¿Trabajas con sicólogo, con siquiatra o con terapias alternativas?-Con todo. Estamos hincándole el diente en serio. He ido avanzando mucho, cosa que me tiene muy satisfecha, muy chocha, y a medida que van apareciendo nuevas emociones, se hace cada vez más rápido y fácil de superarlo.
-¿En qué se nota el cambio?-En que puedo contenerme a mí misma, no hay descontrol. Tengo la capacidad de análisis, que es una gran herramienta... Y si llegara a flaquear o dudar de algo, sé que no estoy sola.
Tiempo después del accidente, Sigrid rompió el compromiso que tenía con su pareja de ese momento, Dagoberto Gutiérrez, con quien tenía planes de casarse. Se dieron cuenta de que era mejor no estar juntos.
-Has dicho que tienes mal ojo para elegir pareja. ¿En qué te fijabas antes y en qué te fijas ahora?-Hoy tengo nuevas necesidades. Como que a estas alturas de la vida yo sé lo que quiero, lo que necesito. Por lo tanto, creo tener certeza al elegir mi pareja. Una tan grande, que me mantiene tranquila. Ya no es "bueno, ahí vemos" o "improvisemos". A estas alturas del partido es "no quiero menos que lo soñado", porque mi pareja va a ser un regalo para mí, no me va a solucionar la vida y, por lo tanto, los conformismos ya no caben.
-¿Antes era estómago y ahora es más cabeza?-Sí, la cabeza es un filtro importante.
-Estabas dispuesta a casarte con tu ex pareja. ¿En qué fallaron o qué pasó?-Pasó que yo cambié de rumbo.
-¿Antes o después del accidente?-Es que las cosas venían raras de antes.
-¿Entonces fue lo que gatilló el término?-Yo creo que sí.
-¿Fue la excusa perfecta como decías antes?-Fue la excusa perfecta. No estábamos apuntando para el mismo lado en estilos de vida, en las prioridades, por ejemplo. No había más que hacer.
-¿Cómo fue cuando terminaron? ¿Se mandaron a la punta del cerro?-Ja,ja, nooo. Somos personas civilizadas poh.
-Consumir cocaína para ti, ¿era la consecuencia de estar sola o de estar carreteando?-El carrete en general empieza con noches largas, con personas que en ese momento parecen interesantes...
Entre las cosas que Sigrid Alegría pudo pensar en este tiempo de recuperación y reflexión fue en ser madre de nuevo. Alonso fue precisamente una de las razones para atreverse a pensar en esa posibilidad y dice que está dispuesta a jugársela nuevamente. "La verdad es que tengo ganas de tener dos hijos más para no tener otro hijo único. Porque el estilo de vida de un hijo único ya lo conozco en Alonso. Parece que es más llevadero de a dos, y al hablar de eso, hablo de darme otra oportunidad de armar una familia soñada", dice.
-¿Y te has puesto un plazo? Lo digo por el deadline biológico....-Claro, no me puedo demorar mucho. Pero también estoy terminando de ordenar... me.
-¿La idea de ser madre es sólo con una pareja estable o los tendrías sola?-Sola no la hago de nuevo. Ya lo hice, ya lo viví, ya pasé por ahí. Es difícil. Se puede, pero esta vez tengo ganas de hacerla "acolchadita", con un soporte.
-¿En resumen, qué cambió con el accidente?-Logré identificar desórdenes, logré ver qué es lo que quiero. Valorar lo que estaba a punto de perder. Me permitió hacerme cargo de eso.
-¿Te dio temor perder en la parte profesional?-O sea, sí, por supuesto. Acá hay una cosa práctica, ¿cómo parái la olla? ¿cómo pagái la casa que todavía estoy pagando? ¿cómo limpiái los papeles finalmente?
-Hay gente que reacciona diciendo "me tienen que entender" cuando ocurren este tipo de cosas. ¿Cómo fue en tu caso?-Mi caso fue "yo tengo que entender". Hay algo que yo tengo que aprender aquí. Era una chica muy apasionada y era inmortal. O sea, mi actitud de superhéroe por la vida me hizo una mala jugada (...) Yo no me iba a morir. Nunca. Ahora me di cuenta de que sí me puede pasar algo.
-¿Te gustaría que esta fuera la última entrevista con respecto a este tema?-Me encantaría.
-Te tenemos chata los periodistas...-Un poquito. Un poquito bastante. Ja,ja.
-¿En qué cambia tu vida con el término de este proceso?-Como en el chiste: "Otra oportunidad, otra oportunidad". Ja,ja.
Sigrid: “No quiero volver a dejarme llevar por las pasiones”
Todas las noches, Sigrid Alegría aparece en la televisión vestida de época y representando a Leonor, la mujer del señor de la Querencia, un verdadero hit de las telenovelas nocturnas que ha desplegado TVN y que ha generado no pocas críticas. Ahí la actriz es una mujer sumisa, romántica, apesadumbrada y enamorada también.En la vida real, Sigrid no tiene nada de sumisa, salvo por su apariencia. Es pequeña, de piel muy blanca y mirada tierna. Pero también es un volcán. Parece frágil, pero no lo es. De hecho, ella misma se define como una guerrillera. Vive sin lamentos por el pasado y se ha puesto cuidadosa de sus pasos futuros. “No quiero volver a dejarme llevar por las pasiones”, dice mientras toma un aromático té verde a la menta.Y es que con toda la buena estrella que tiene como madre y como actriz, no siempre lo ha pasado bien. Su bullado accidente del año pasado, el publicitado consumo de drogas, su despertar en la clínica y la posibilidad de no haber salido viva de ese choque, la llevaron a una revisión profunda y a un reacomodo de sus prioridades: su hijo Alonso de 10 años, a quien adora y admira; sus padres, y todos aquellos amigos que la quieren de manera incondicional.Tal vez eso explica por qué en esta entrevista Sigrid Alegría habla en serio y con valentía. Destacarlo no es un modo de condescendencia, sino una constatación que se agradece cuando casi siempre la tónica es hablar por encima, sin mostrarse mucho y jugarse poco. Sigrid toma el camino contrario y abre su corazón. Directa, lúcida y profunda, la actriz revisa su compleja relación con los hombres, la intensidad en la que se dejó llevar y cómo se salvó de la dura y solitaria etapa de su consumo de drogas.–Te ves tan pequeña, tan vulnerable, que no es claro si eres frágil o fuerte, porque por otro lado como que te paras rápido de las caídas.–Sí, efectivamente huyo del lamento. Eso viene de crianza. Mis padres me enseñaron a tener esa actitud guerrillera de seguir avanzando siempre, de tirar una flecha a un objetivo e ir a buscarlo. Por supuesto que en el camino hay caídas, pero sé que eso no impide llegar al objetivo. Mis papás vivieron una época complicada. Se fueron al exilio, se enfrentaron a un montón de cosas y no había tiempo para lamentos.–Pero tienes puntos débiles…–Sí, claro. El amor es mi punto frágil, mi debilidad. Es que es un ideal que tengo desde hace mucho tiempo y que me hace más sensible y frágil.–¿Por qué?–Porque en un momento tuve la necesidad o la ilusión de tener una familia normal. O sea, un marido, el perro, la casa, paseo dominical… Pero a estas alturas del partido, ya no. Mi hijo está más grande y la pareja que sea no va a reemplazar lo que yo pensé que podía reemplazar: que es el padre dentro de la casa. Afortunadamente, para Alonso no ha sido necesario, porque su papá (el actor Andrés Velasco) está muy presente. Por lo tanto, dejé de insistir en esa idea. Y ya no tengo apuro.–Desde fuera, al menos, te ves como una actriz potente que siempre has tenido largas historias de amor. ¿Qué es lo que no cuaja?–Si yo lo supiera…–¿Pero no será que a veces uno cree que quiere algo, pero internamente hace todo para boicotearlo?–No. Yo me he convencido de que tengo mala puntería en el amor. La verdad, no le he achuntado mucho. Y al final siempre tengo una corazonada que no me permite concretar con las parejas que he tenido. Pero como soy porfiada, las relaciones han sido largas.–Eres de las que insiste una y otra vez...–Absolutamente. Por ese mismo carácter de guerrillera que te decía, siempre trato de que las cosas funcionen y busco tácticas hasta que me agoto. Al final, la persona es como es no más. Creo que ésa es la gran razón por la cual no he podido concretar este sueño de tener un marido.–¿Realmente quieres tener un marido?–Sí, pero tengo claro que hay dos elementos que se tienen que conjugar: necesito que esa persona sea mi mejor amigo. Y dentro de la amistad meto la admiración, el compañerismo, el cuidado hacia el otro. Pero, como sabemos, lo que diferencia a la pareja de los buenos amigos, es la pasión. Y ese ingrediente tiene que ser tan fuerte como el otro.–¿Y no siempre te ha tocado que esos elementos vayan juntos?–No… Me ha pasado que por el lado de la pasión la cosa funciona muy bien, pero no somos tan buenos amigos. Y también al revés, que como somos demasiado amigos, terminamos siendo como hermanos y la pasión se diluye.–¿No serás muy exigente y has ido creando una imagen de hombre inalcanzable?–Sí, soy bien exigente, pero como te digo, el problema es que tengo mal ojo. Le exijo a gente que no alcanza.–¿Y te enganchas en relaciones más bien tormentosas?–Digamos que he sido muy apasionada… Hoy siento que tengo más control sobre eso. Antes no, mis ganas eran superiores, fantaseaba mucho. Pero ahora tengo una calma, una paz, y es un gran alivio.–Para tus ex parejas no debe haber sido fácil lidiar con la intensidad...–Puede ser, pero hay un punto importante que también ha influido y no he encontrado en las personas que he tenido. Me refiero a cómo se relacionan con mi hijo. Por lo general, siento que mis parejas le tienen terror al hijo. Y yo tengo un hijo lindo, precioso y que es tan potente como yo, como su papá y como toda la familia que lo rodea. Es curioso, pero ellos entran en pánico. Y eso me causa mucha desconfianza y me rompe cualquier ilusión.–¿Qué les da pánico? ¿Asumir el tema de la paternidad?–Nunca me lo han podido explicar bien. Me gustaría saberlo. Pero bueno, yo vengo en pack. Aquí o se compra el combo completo o no. Y otra cosa me ha pasado mucho –aunque sea difícil de creer porque la gente me dice: “Cualquier hombre quisiera estar contigo”– es que el hombre que quiera estar conmigo, aparte de las cosas reales que te he dicho, se tiene que enfrentar con mi trabajo. –Con tu exposición pública.–Exacto, tan pública que muchas veces mi pareja es visto casi como el cornudo nacional, el engañado. La parte social es compleja. Es curioso lo que sucede. Porque como en la televisión siempre le estoy diciendo a otro hombre que lo amo, la gente interpela a mi pareja y le preguntan todo el rato: “¿Y no te molesta que ella bese a otro gallo?”. Y él tiene que estar dando explicaciones. Eso es muy incómodo para ambos.–Pero varias de tus parejas han sido actores, saben en qué consiste la ficción. No me digas que también a ellos les ha pesado eso.–…Sí. Pero en ese caso, creo que es porque el ladrón siempre cree que todo el mundo roba.–¿Alguien te ha sido infiel?–Sí.–¿Y cómo te vives la infidelidad? –Soy brutal. Así como mis padres me enseñaron a sobreponerme y no quedarme pegada en el lamento, también me inculcaron el valor de la lealtad y la nobleza. Entonces, el abandono de amistad que siento cuando me engañan es algo que no puedo tolerar. No lo puedo entender. Me pregunto: ¿por qué no fuiste mi amigo hasta el final y me dijiste que no querías estar conmigo? Así de fácil. Porque realmente siento que la infidelidad es total y absolutamente innecesaria. No hay para qué. Es una maldad, una crueldad terrible.–Porque en el fondo es una traición a la intimidad. –Más que eso: es una falta de respeto tremenda. Prefiero la verdad. Y si me duele, lloraré, me enojaré, pero se me va a pasar. Ya sabemos que de eso nadie se muere.–¿Y eso fue lo que te pasó ahora, en tu última relación, que terminaste?–No. En esta última relación nos dimos cuenta de que teníamos horizontes diferentes. No estábamos caminando para el mismo lado. Nos desencontramos. Además, me fue muy difícil explicar mi trabajo. El era de otro mundo.–Pero, por otro lado, fue con él con quien estabas más cerca de cumplir el sueño de la casa, el marido y todo eso.–Sí, de hecho fue la primera persona que se atrevió a pedirme matrimonio, cosa que no había vivido nunca. Pero haciéndome esa misma pregunta, aparecieron un montón de dudas y descubrimos que no teníamos las mismas metas.–Qué duro constatarlo y que increíble la lucidez para verlo.–Sí, ésa es una chochera que tengo. Me siento muy orgullosa de saber prever las cosas. Ese ejercicio lo empecé a hacer con Alonso, porque con un hijo aprendes la importancia que tiene el cuidado hacia el otro y hacia uno mismo. Y ahora lo empecé a aplicar en mi vida privada, amorosamente. Pero, claro, también a cambio vienen las soledades.–¿Y cómo te bancas la soledad?–Estar sola me gusta cada vez más. Y ya sé que hay cosas que no transo ni quiero hacerlo tampoco. Ahora no transo horarios, explicaciones, pataletas.–¿Te has sentido agredida, a veces, por los hombres?–Sí. De repente la situación se enferma y no hay salida positiva. Obviamente, que tu pareja te puede decir: “Mira, tengo un problema, me duele esto o lo otro”, y se conversa. Pero ante un escándalo, no hay nada que conversar. Ese tipo de cosas no va más para mí. Y lo que tampoco transo son mis rutinas respecto al Alonso o mi forma de criarlo. Para eso, no hay permiso.–Dices que estás más en calma, en paz. ¿Fue el accidente lo que gatilló ese proceso?–No. Siempre he sido así, pero en forma intermitente. Hoy es más constante. Estoy caminando con mucho cuidado. Olfateando bien qué es lo que me conviene y qué no. Por lo tanto, estoy más estricta. No me ha costado tanto tampoco ni es que haya descubierto un mundo nuevo. Sólo me tomo más en serio mis responsabilidades. –¿No te has puesto más a la defensiva?–No. Ando alerta. Es que después de un accidente así de tremendo, por primera vez en mi vida se me pasó por la cabeza la posibilidad de no existir. ¿Y qué pasa si no estoy? Esa simple pregunta me dio una pena tan grande; tuve tanto miedo, que me dejé de tonteras y me puse seria.–¿Qué recuerdas del accidente? ¿Qué pensaste, qué sentiste en ese momento?–Nada, no me acuerdo de nada. Volví a estar consciente dos días después, en la clínica. Lo primero que vi fue la cara de terror de mis papás y les pregunté: “¿Qué me pasó?”. Sentí un amor tan grande de parte de ellos, de mis amigos, que estaba claro que yo tenía que saber responder a ese amor. No podía hacerme la loca.–¿De verdad no recuerdas qué pasó ese día?–Tengo ese día borrado y el día siguiente también. Ahora, claro, sí sé en qué situación estaba en mi vida.–¿En qué situación estabas?–Estaba en este proceso de análisis de pareja, de ver qué quería… Además, estaba con mucho trabajo, mucho, mucho. Por lo tanto, estaba muy alejada de la gente que quiero. En el fondo, estaba viviendo una soledad muy ocupada, lo cual me invitó a pensar sin límites en las cosas más oscuras. En el fondo, me perdí... Me perdí en una pena tremenda. Me perdí en una angustia feroz. Ese accidente fue una consecuencia de eso.–En esa etapa oscura, ¿fue mucho el exceso? ¿Cuál era tu relación con las drogas? Porque se habló tanto de eso…–No era rumor. Era algo real, concreto. Ahora, si era la reina de los bares, no lo era. No tenía ni tiempo para eso tampoco. Era algo mucho más concentrado. Pero sí, fue un momento de exceso absoluto.–¿Y había gente cercana que sabía en lo que estabas?–No. Estaba sola. Fue una gran sorpresa y un gran susto para el resto ver lo que yo era capaz de hacer sola, de cómo no me di cuenta o ellos no se dieron cuenta. Pero no podían saberlo porque no me veían mucho tampoco.–¿Esa etapa de consumo de drogas fue muy intensa, muy larga?–No. No me duró mucho (dice mientras se sonríe apenada).–¿Pero sentías que eso te permitía funcionar mejor?–No, al final nadie puede funcionar mejor con eso. Eso está más que claro. En el fondo, fue una pequeña pesadilla. Es bien curioso. Ahora que lo hablo, siento como que yo sentía que me estaba premiando, que me lo merecía. ¡Qué contradictorio! Pero ahora que lo analizo tengo la impresión que fue un poco así. Porque también venía como mezclado con mucha impotencia, enojo…–¿Qué te tenía tan enojada?–Que no me resultaran las cosas como yo quería. Que otra vez me estaba exponiendo a tener que empezar desde cero. No sentirme querida como yo quiero. Y en vez de ir a buscar a la gente que sé que me quiere, me quedé en esa sopa de lamentos y me perdí.–¿Y cómo te paraste? ¿De qué te agarraste para salir?–Kena Rencoret fue una gran protagonista en esa historia. Me fue a ver y me dijo: “Te doy dos semanas. Te paras y te vienes a grabar. Todo va a salir bien”. Y así lo hice. No tuve ni tiempo para pensar. Todos me cuidaron. Fui muy protegida, lo que era otro gesto de cariño que no sospechaba, y que me encantó. Por eso, seguir con la pega no me permitió detenerme a pensar en todo lo que se podría haber derrumbado. Por otro lado, el Alonso y el Andrés –que es su papá– tienen un ingrediente fantástico que es el humor. Y eso fue muy sanador también. Fue bonito. Nadie me cobró nada. Sólo me dieron. Así que fue fácil pararse de nuevo. Había muchas manos donde sujetarse.–Y ahora, ¿cómo te gustaría que fluyera tu vida? ¿Te ves sola, acompañada…?–…Me vas a hacer llorar.–No es la idea.–Mira, tengo sentimientos encontrados. Por un lado, no quiero hacer ni un esfuerzo más. Y mientras haya un hijo que aún es dependiente a mi lado, no tengo tiempo para pololear. Obvio que no es lo deseado. Pero en lo que sí estoy clara es en que no quiero tener un plan para conquistar a alguien. No quiero descuidar mis prioridades. En el fondo, tendría que ser una relación que se acople a mi vida tal como está hoy. Se tendría que sumar, no entrometer. O sea, sin desordenarme el gallinero porque lo que tengo está bonito. Y no quiero volver a dejarme llevar por las pasiones.
Acaba de ponerle punto final a una historia que partió el 28 de mayo de 2007, cuando se incrustó en el frontis de una casa con su camioneta, después de haber consumido alcohol y cocaína. Esa vez terminó con la dentadura fracturada y con un corte en la pera que terminó de reparar hace una semana. El 12 de septiembre, Sigrid recibió una notificación que decía que quedaba limpia de todo antecedente penal luego de haber cumplido con tres condiciones: pagar una indemnización de $ 4 millones para la dueña de la casa contra la que chocó en la calle El Aguilucho, estar un año sin manejar y hacerse dos exámenes de pelo con una diferencia de cuatro meses para corroborar que su cuerpo estaba libre de sustancias tóxicas. Durante la recuperación sintió rabia contra la horda de periodistas que hacían guardia en su casa; arrepentimiento, por creerse superheroína; y felicidad, por los gestos de sus cercanos. Incluso tuvo la posibilidad de vivir con su padre, experiencia por la que nunca había pasado antes. Cuando protagonizó el choque estaba grabando la exitosa teleserie Alguien te Mira y ahora, aunque está en lo mismo con la teleserie nocturna de 2009 (estará basada en la desaparición de la niña Madeleine McCann), dice que está contenta. Mucho más tranquila. Quedó satisfecha con el éxito de El Señor de la Querencia y también con los debates que se generaron en torno a los temas que puso sobre la mesa el melodrama de TVN. "Porque un actor siempre pretende provocar y ese objetivo se consiguió. Molestia, gusto, rabia, eso da igual mientras se provoque algo", afirma. Sigrid se sienta en una silla; primero, con los pies apoyados en el suelo y, luego, cuando va ganando confianza, los sube hasta terminar con las piernas enrolladas en los brazos de la silla. Se ríe harto en algunos momentos y cuando lo hace, se le nota un poco más la cicatriz del mentón. Para cada respuesta se toma su tiempo y al final habla con calma, sin apurarse. Y aunque dice que tiene control para manejar lo que no le agrada, se nota cuando la pregunta no le gusta tanto. No se enoja, pero contesta con menos fuerza y eso se siente.
-Pareciera que los actores lo pasan bien en las teleseries, como cuando se ven en los chascarros. Pero también hay actores que quedan reventados, como Julio Milostich, o Blanca Lewin o Álvaro Rudolphy. ¿Cuál es la realidad?-Es una pega intensa, por el hecho de trabajar con las emociones en horario de oficina (de 8 a 18 horas) y porque las teleseries a estas alturas son dramáticamente exigentes. La gente lleva tanto tiempo viéndolas que sabe mucho del tema y exigen mucho. Sin embargo, creo que la tarea del actor también es acordarse de que este trabajo es una opción de vida, que es lo que uno eligió y es entretenido. La queja constante (de parte del actor) ayuda poco a dejar al personaje en la pega y acordarse de quién es uno cuando llega a la casa. Esto es un arte muy exigente, sobre todo, si lo mezclamos con la radio como en el caso de la Blanca o con el teatro en el caso de Julio. Si quieres combinar la televisión con otra cosa, hay que aprender a hacerlo.
-¿Llegaste a un punto de quiebre con el accidente que tuviste el año pasado? ¿Influyó también esto de tener pega por todos lados?-Decir eso de "la pega por todos lados" o "estoy muy cansado" o "estoy muy ocupado" (ocupa su ironía) sirve finalmente como excusa. Hay muchos actores que trabajan tres veces más que yo y no les pasa nada. Creo que no es una buena razón.
-¿Y cuál fue la razón entonces?-Es algo mucho más personal, mucho más del alma, más que por la cantidad de trabajo. Porque yo no estoy trabajando en algo que no me guste.
-¿Tuvo que ver con soledad, con problemas de pareja, con qué?-(Se toma unos segundos y contesta lentamente) Con frustraciones, inseguridades, temores.
-¿Ese tipo de cosas se terminaron junto con el accidente?-No, me demoré harto más que un chancacazo para solucionarlo. Ahora están solucionadas, pero no fue inmediato. Hay harta pega detrás.
-¿Cómo llegaste al estado de ahora?-Llegue medio obligada en realidad, ja,ja. O sea, me di cuenta de que tenía mucho que perder y me obligué a solucionar ciertas cosas. Mi terapeuta me ha ayudado a hacer un trabajo en serio.
-¿Trabajas con sicólogo, con siquiatra o con terapias alternativas?-Con todo. Estamos hincándole el diente en serio. He ido avanzando mucho, cosa que me tiene muy satisfecha, muy chocha, y a medida que van apareciendo nuevas emociones, se hace cada vez más rápido y fácil de superarlo.
-¿En qué se nota el cambio?-En que puedo contenerme a mí misma, no hay descontrol. Tengo la capacidad de análisis, que es una gran herramienta... Y si llegara a flaquear o dudar de algo, sé que no estoy sola.
Tiempo después del accidente, Sigrid rompió el compromiso que tenía con su pareja de ese momento, Dagoberto Gutiérrez, con quien tenía planes de casarse. Se dieron cuenta de que era mejor no estar juntos.
-Has dicho que tienes mal ojo para elegir pareja. ¿En qué te fijabas antes y en qué te fijas ahora?-Hoy tengo nuevas necesidades. Como que a estas alturas de la vida yo sé lo que quiero, lo que necesito. Por lo tanto, creo tener certeza al elegir mi pareja. Una tan grande, que me mantiene tranquila. Ya no es "bueno, ahí vemos" o "improvisemos". A estas alturas del partido es "no quiero menos que lo soñado", porque mi pareja va a ser un regalo para mí, no me va a solucionar la vida y, por lo tanto, los conformismos ya no caben.
-¿Antes era estómago y ahora es más cabeza?-Sí, la cabeza es un filtro importante.
-Estabas dispuesta a casarte con tu ex pareja. ¿En qué fallaron o qué pasó?-Pasó que yo cambié de rumbo.
-¿Antes o después del accidente?-Es que las cosas venían raras de antes.
-¿Entonces fue lo que gatilló el término?-Yo creo que sí.
-¿Fue la excusa perfecta como decías antes?-Fue la excusa perfecta. No estábamos apuntando para el mismo lado en estilos de vida, en las prioridades, por ejemplo. No había más que hacer.
-¿Cómo fue cuando terminaron? ¿Se mandaron a la punta del cerro?-Ja,ja, nooo. Somos personas civilizadas poh.
-Consumir cocaína para ti, ¿era la consecuencia de estar sola o de estar carreteando?-El carrete en general empieza con noches largas, con personas que en ese momento parecen interesantes...
Entre las cosas que Sigrid Alegría pudo pensar en este tiempo de recuperación y reflexión fue en ser madre de nuevo. Alonso fue precisamente una de las razones para atreverse a pensar en esa posibilidad y dice que está dispuesta a jugársela nuevamente. "La verdad es que tengo ganas de tener dos hijos más para no tener otro hijo único. Porque el estilo de vida de un hijo único ya lo conozco en Alonso. Parece que es más llevadero de a dos, y al hablar de eso, hablo de darme otra oportunidad de armar una familia soñada", dice.
-¿Y te has puesto un plazo? Lo digo por el deadline biológico....-Claro, no me puedo demorar mucho. Pero también estoy terminando de ordenar... me.
-¿La idea de ser madre es sólo con una pareja estable o los tendrías sola?-Sola no la hago de nuevo. Ya lo hice, ya lo viví, ya pasé por ahí. Es difícil. Se puede, pero esta vez tengo ganas de hacerla "acolchadita", con un soporte.
-¿En resumen, qué cambió con el accidente?-Logré identificar desórdenes, logré ver qué es lo que quiero. Valorar lo que estaba a punto de perder. Me permitió hacerme cargo de eso.
-¿Te dio temor perder en la parte profesional?-O sea, sí, por supuesto. Acá hay una cosa práctica, ¿cómo parái la olla? ¿cómo pagái la casa que todavía estoy pagando? ¿cómo limpiái los papeles finalmente?
-Hay gente que reacciona diciendo "me tienen que entender" cuando ocurren este tipo de cosas. ¿Cómo fue en tu caso?-Mi caso fue "yo tengo que entender". Hay algo que yo tengo que aprender aquí. Era una chica muy apasionada y era inmortal. O sea, mi actitud de superhéroe por la vida me hizo una mala jugada (...) Yo no me iba a morir. Nunca. Ahora me di cuenta de que sí me puede pasar algo.
-¿Te gustaría que esta fuera la última entrevista con respecto a este tema?-Me encantaría.
-Te tenemos chata los periodistas...-Un poquito. Un poquito bastante. Ja,ja.
-¿En qué cambia tu vida con el término de este proceso?-Como en el chiste: "Otra oportunidad, otra oportunidad". Ja,ja.
Sigrid: “No quiero volver a dejarme llevar por las pasiones”
Todas las noches, Sigrid Alegría aparece en la televisión vestida de época y representando a Leonor, la mujer del señor de la Querencia, un verdadero hit de las telenovelas nocturnas que ha desplegado TVN y que ha generado no pocas críticas. Ahí la actriz es una mujer sumisa, romántica, apesadumbrada y enamorada también.En la vida real, Sigrid no tiene nada de sumisa, salvo por su apariencia. Es pequeña, de piel muy blanca y mirada tierna. Pero también es un volcán. Parece frágil, pero no lo es. De hecho, ella misma se define como una guerrillera. Vive sin lamentos por el pasado y se ha puesto cuidadosa de sus pasos futuros. “No quiero volver a dejarme llevar por las pasiones”, dice mientras toma un aromático té verde a la menta.Y es que con toda la buena estrella que tiene como madre y como actriz, no siempre lo ha pasado bien. Su bullado accidente del año pasado, el publicitado consumo de drogas, su despertar en la clínica y la posibilidad de no haber salido viva de ese choque, la llevaron a una revisión profunda y a un reacomodo de sus prioridades: su hijo Alonso de 10 años, a quien adora y admira; sus padres, y todos aquellos amigos que la quieren de manera incondicional.Tal vez eso explica por qué en esta entrevista Sigrid Alegría habla en serio y con valentía. Destacarlo no es un modo de condescendencia, sino una constatación que se agradece cuando casi siempre la tónica es hablar por encima, sin mostrarse mucho y jugarse poco. Sigrid toma el camino contrario y abre su corazón. Directa, lúcida y profunda, la actriz revisa su compleja relación con los hombres, la intensidad en la que se dejó llevar y cómo se salvó de la dura y solitaria etapa de su consumo de drogas.–Te ves tan pequeña, tan vulnerable, que no es claro si eres frágil o fuerte, porque por otro lado como que te paras rápido de las caídas.–Sí, efectivamente huyo del lamento. Eso viene de crianza. Mis padres me enseñaron a tener esa actitud guerrillera de seguir avanzando siempre, de tirar una flecha a un objetivo e ir a buscarlo. Por supuesto que en el camino hay caídas, pero sé que eso no impide llegar al objetivo. Mis papás vivieron una época complicada. Se fueron al exilio, se enfrentaron a un montón de cosas y no había tiempo para lamentos.–Pero tienes puntos débiles…–Sí, claro. El amor es mi punto frágil, mi debilidad. Es que es un ideal que tengo desde hace mucho tiempo y que me hace más sensible y frágil.–¿Por qué?–Porque en un momento tuve la necesidad o la ilusión de tener una familia normal. O sea, un marido, el perro, la casa, paseo dominical… Pero a estas alturas del partido, ya no. Mi hijo está más grande y la pareja que sea no va a reemplazar lo que yo pensé que podía reemplazar: que es el padre dentro de la casa. Afortunadamente, para Alonso no ha sido necesario, porque su papá (el actor Andrés Velasco) está muy presente. Por lo tanto, dejé de insistir en esa idea. Y ya no tengo apuro.–Desde fuera, al menos, te ves como una actriz potente que siempre has tenido largas historias de amor. ¿Qué es lo que no cuaja?–Si yo lo supiera…–¿Pero no será que a veces uno cree que quiere algo, pero internamente hace todo para boicotearlo?–No. Yo me he convencido de que tengo mala puntería en el amor. La verdad, no le he achuntado mucho. Y al final siempre tengo una corazonada que no me permite concretar con las parejas que he tenido. Pero como soy porfiada, las relaciones han sido largas.–Eres de las que insiste una y otra vez...–Absolutamente. Por ese mismo carácter de guerrillera que te decía, siempre trato de que las cosas funcionen y busco tácticas hasta que me agoto. Al final, la persona es como es no más. Creo que ésa es la gran razón por la cual no he podido concretar este sueño de tener un marido.–¿Realmente quieres tener un marido?–Sí, pero tengo claro que hay dos elementos que se tienen que conjugar: necesito que esa persona sea mi mejor amigo. Y dentro de la amistad meto la admiración, el compañerismo, el cuidado hacia el otro. Pero, como sabemos, lo que diferencia a la pareja de los buenos amigos, es la pasión. Y ese ingrediente tiene que ser tan fuerte como el otro.–¿Y no siempre te ha tocado que esos elementos vayan juntos?–No… Me ha pasado que por el lado de la pasión la cosa funciona muy bien, pero no somos tan buenos amigos. Y también al revés, que como somos demasiado amigos, terminamos siendo como hermanos y la pasión se diluye.–¿No serás muy exigente y has ido creando una imagen de hombre inalcanzable?–Sí, soy bien exigente, pero como te digo, el problema es que tengo mal ojo. Le exijo a gente que no alcanza.–¿Y te enganchas en relaciones más bien tormentosas?–Digamos que he sido muy apasionada… Hoy siento que tengo más control sobre eso. Antes no, mis ganas eran superiores, fantaseaba mucho. Pero ahora tengo una calma, una paz, y es un gran alivio.–Para tus ex parejas no debe haber sido fácil lidiar con la intensidad...–Puede ser, pero hay un punto importante que también ha influido y no he encontrado en las personas que he tenido. Me refiero a cómo se relacionan con mi hijo. Por lo general, siento que mis parejas le tienen terror al hijo. Y yo tengo un hijo lindo, precioso y que es tan potente como yo, como su papá y como toda la familia que lo rodea. Es curioso, pero ellos entran en pánico. Y eso me causa mucha desconfianza y me rompe cualquier ilusión.–¿Qué les da pánico? ¿Asumir el tema de la paternidad?–Nunca me lo han podido explicar bien. Me gustaría saberlo. Pero bueno, yo vengo en pack. Aquí o se compra el combo completo o no. Y otra cosa me ha pasado mucho –aunque sea difícil de creer porque la gente me dice: “Cualquier hombre quisiera estar contigo”– es que el hombre que quiera estar conmigo, aparte de las cosas reales que te he dicho, se tiene que enfrentar con mi trabajo. –Con tu exposición pública.–Exacto, tan pública que muchas veces mi pareja es visto casi como el cornudo nacional, el engañado. La parte social es compleja. Es curioso lo que sucede. Porque como en la televisión siempre le estoy diciendo a otro hombre que lo amo, la gente interpela a mi pareja y le preguntan todo el rato: “¿Y no te molesta que ella bese a otro gallo?”. Y él tiene que estar dando explicaciones. Eso es muy incómodo para ambos.–Pero varias de tus parejas han sido actores, saben en qué consiste la ficción. No me digas que también a ellos les ha pesado eso.–…Sí. Pero en ese caso, creo que es porque el ladrón siempre cree que todo el mundo roba.–¿Alguien te ha sido infiel?–Sí.–¿Y cómo te vives la infidelidad? –Soy brutal. Así como mis padres me enseñaron a sobreponerme y no quedarme pegada en el lamento, también me inculcaron el valor de la lealtad y la nobleza. Entonces, el abandono de amistad que siento cuando me engañan es algo que no puedo tolerar. No lo puedo entender. Me pregunto: ¿por qué no fuiste mi amigo hasta el final y me dijiste que no querías estar conmigo? Así de fácil. Porque realmente siento que la infidelidad es total y absolutamente innecesaria. No hay para qué. Es una maldad, una crueldad terrible.–Porque en el fondo es una traición a la intimidad. –Más que eso: es una falta de respeto tremenda. Prefiero la verdad. Y si me duele, lloraré, me enojaré, pero se me va a pasar. Ya sabemos que de eso nadie se muere.–¿Y eso fue lo que te pasó ahora, en tu última relación, que terminaste?–No. En esta última relación nos dimos cuenta de que teníamos horizontes diferentes. No estábamos caminando para el mismo lado. Nos desencontramos. Además, me fue muy difícil explicar mi trabajo. El era de otro mundo.–Pero, por otro lado, fue con él con quien estabas más cerca de cumplir el sueño de la casa, el marido y todo eso.–Sí, de hecho fue la primera persona que se atrevió a pedirme matrimonio, cosa que no había vivido nunca. Pero haciéndome esa misma pregunta, aparecieron un montón de dudas y descubrimos que no teníamos las mismas metas.–Qué duro constatarlo y que increíble la lucidez para verlo.–Sí, ésa es una chochera que tengo. Me siento muy orgullosa de saber prever las cosas. Ese ejercicio lo empecé a hacer con Alonso, porque con un hijo aprendes la importancia que tiene el cuidado hacia el otro y hacia uno mismo. Y ahora lo empecé a aplicar en mi vida privada, amorosamente. Pero, claro, también a cambio vienen las soledades.–¿Y cómo te bancas la soledad?–Estar sola me gusta cada vez más. Y ya sé que hay cosas que no transo ni quiero hacerlo tampoco. Ahora no transo horarios, explicaciones, pataletas.–¿Te has sentido agredida, a veces, por los hombres?–Sí. De repente la situación se enferma y no hay salida positiva. Obviamente, que tu pareja te puede decir: “Mira, tengo un problema, me duele esto o lo otro”, y se conversa. Pero ante un escándalo, no hay nada que conversar. Ese tipo de cosas no va más para mí. Y lo que tampoco transo son mis rutinas respecto al Alonso o mi forma de criarlo. Para eso, no hay permiso.–Dices que estás más en calma, en paz. ¿Fue el accidente lo que gatilló ese proceso?–No. Siempre he sido así, pero en forma intermitente. Hoy es más constante. Estoy caminando con mucho cuidado. Olfateando bien qué es lo que me conviene y qué no. Por lo tanto, estoy más estricta. No me ha costado tanto tampoco ni es que haya descubierto un mundo nuevo. Sólo me tomo más en serio mis responsabilidades. –¿No te has puesto más a la defensiva?–No. Ando alerta. Es que después de un accidente así de tremendo, por primera vez en mi vida se me pasó por la cabeza la posibilidad de no existir. ¿Y qué pasa si no estoy? Esa simple pregunta me dio una pena tan grande; tuve tanto miedo, que me dejé de tonteras y me puse seria.–¿Qué recuerdas del accidente? ¿Qué pensaste, qué sentiste en ese momento?–Nada, no me acuerdo de nada. Volví a estar consciente dos días después, en la clínica. Lo primero que vi fue la cara de terror de mis papás y les pregunté: “¿Qué me pasó?”. Sentí un amor tan grande de parte de ellos, de mis amigos, que estaba claro que yo tenía que saber responder a ese amor. No podía hacerme la loca.–¿De verdad no recuerdas qué pasó ese día?–Tengo ese día borrado y el día siguiente también. Ahora, claro, sí sé en qué situación estaba en mi vida.–¿En qué situación estabas?–Estaba en este proceso de análisis de pareja, de ver qué quería… Además, estaba con mucho trabajo, mucho, mucho. Por lo tanto, estaba muy alejada de la gente que quiero. En el fondo, estaba viviendo una soledad muy ocupada, lo cual me invitó a pensar sin límites en las cosas más oscuras. En el fondo, me perdí... Me perdí en una pena tremenda. Me perdí en una angustia feroz. Ese accidente fue una consecuencia de eso.–En esa etapa oscura, ¿fue mucho el exceso? ¿Cuál era tu relación con las drogas? Porque se habló tanto de eso…–No era rumor. Era algo real, concreto. Ahora, si era la reina de los bares, no lo era. No tenía ni tiempo para eso tampoco. Era algo mucho más concentrado. Pero sí, fue un momento de exceso absoluto.–¿Y había gente cercana que sabía en lo que estabas?–No. Estaba sola. Fue una gran sorpresa y un gran susto para el resto ver lo que yo era capaz de hacer sola, de cómo no me di cuenta o ellos no se dieron cuenta. Pero no podían saberlo porque no me veían mucho tampoco.–¿Esa etapa de consumo de drogas fue muy intensa, muy larga?–No. No me duró mucho (dice mientras se sonríe apenada).–¿Pero sentías que eso te permitía funcionar mejor?–No, al final nadie puede funcionar mejor con eso. Eso está más que claro. En el fondo, fue una pequeña pesadilla. Es bien curioso. Ahora que lo hablo, siento como que yo sentía que me estaba premiando, que me lo merecía. ¡Qué contradictorio! Pero ahora que lo analizo tengo la impresión que fue un poco así. Porque también venía como mezclado con mucha impotencia, enojo…–¿Qué te tenía tan enojada?–Que no me resultaran las cosas como yo quería. Que otra vez me estaba exponiendo a tener que empezar desde cero. No sentirme querida como yo quiero. Y en vez de ir a buscar a la gente que sé que me quiere, me quedé en esa sopa de lamentos y me perdí.–¿Y cómo te paraste? ¿De qué te agarraste para salir?–Kena Rencoret fue una gran protagonista en esa historia. Me fue a ver y me dijo: “Te doy dos semanas. Te paras y te vienes a grabar. Todo va a salir bien”. Y así lo hice. No tuve ni tiempo para pensar. Todos me cuidaron. Fui muy protegida, lo que era otro gesto de cariño que no sospechaba, y que me encantó. Por eso, seguir con la pega no me permitió detenerme a pensar en todo lo que se podría haber derrumbado. Por otro lado, el Alonso y el Andrés –que es su papá– tienen un ingrediente fantástico que es el humor. Y eso fue muy sanador también. Fue bonito. Nadie me cobró nada. Sólo me dieron. Así que fue fácil pararse de nuevo. Había muchas manos donde sujetarse.–Y ahora, ¿cómo te gustaría que fluyera tu vida? ¿Te ves sola, acompañada…?–…Me vas a hacer llorar.–No es la idea.–Mira, tengo sentimientos encontrados. Por un lado, no quiero hacer ni un esfuerzo más. Y mientras haya un hijo que aún es dependiente a mi lado, no tengo tiempo para pololear. Obvio que no es lo deseado. Pero en lo que sí estoy clara es en que no quiero tener un plan para conquistar a alguien. No quiero descuidar mis prioridades. En el fondo, tendría que ser una relación que se acople a mi vida tal como está hoy. Se tendría que sumar, no entrometer. O sea, sin desordenarme el gallinero porque lo que tengo está bonito. Y no quiero volver a dejarme llevar por las pasiones.